domingo, 22 de marzo de 2009

Restitución de la Fuente


El proceso de Restitución de la fuente, se realió a apartir de los vestigios arqueológicos.....

Vista del Claustro / Restitución de la Fuente


martes, 17 de marzo de 2009

Cúpula Principal Iglesia de La Merced desde la fuente.


Convento de la Merced cuenta con diseño de fuente


Ciudad de Guatemala, 10 de julio de 2008/

Con el fin de devolver el valor histórico cultural del convento de La Merced, la Municipalidad de Guatemala y la Asociación de Amigos de La Merced convocaron a un concurso para el diseño de la fuente que estará ubicada en las remodeladas instalaciones del claustro religioso.

La selección del proyecto ganador se llevó a cabo el 1 de julio en el salón del Consejo Consultivo del Centro Histórico. El jurado calificador estuvo integrado por los arquitectos Eduardo Andrade Abularach, del Colegio de Arquitectos; Jorge Montes, del citado consejo y Arquitecto Mayor de la Ciudad; Mohamed Estrada, de la Dirección del Patrimonio Cultural y Natural, y Carlos Alberto Haeussler, así como por la Licda. Ana María Urruela de Quezada, presidenta de la Asociación de Amigos de La Merced.

El primer lugar fue para Guillermo Antonio Aguirre García, quien presentó su proyecto con el seudónimo Pablo 25. En la actividad, Rafael Yee Melgar y Juan Pablo Monterroso Bojórquez recibieron menciones honoríficas, mientras que Cristian Fernando Mejía Samayoa y David Garda / Ana Lucrecia Sieckavizza Ponce fueron reconocidos con menciones especiales.

El acto de premiación tuvo lugar el 8 de julio en el Centro Cultural Metropolitano, antiguo Palacio de Correos. Los trabajos permanecerán expuestos en la Galería del Corredor, hasta el martes 15 de julio. El jurado calificador felicitó a los participantes por la alta calidad de las propuestas presentadas.


En la actividad estuvieron presentes Alexandra Gallio, en representación del Alcalde Alvaro Arzú; Ricardo Rodríguez, director del Centro Histórico; miembros de la Asociación Amigos de La Merced, encabezados por su presidenta, Urruela de Quezada, invitados especiales y público asistente.

Tres Puntos...: El tesoro de La Merced (3a. parte)

Por Guillermo Monsanto
Como ya señalé, entre los múltiples tesoros que resguarda el Museo de la Merced se encuentran importantes trabajos en formatos domésticos.
Este tipo de obra por lo general se localiza todavía en propiedad de particulares y fueron encargadas a los talleres escultóricos porque estaban relacionadas directamente con las devociones familiares. De allí su nombre. Guatemala, hay que tenerlo en cuenta, posee un lugar especial en la historia del arte latinoamericano debido a su imaginería, así como México y Perú con la pintura.
Las piezas citadas en el artículo anterior: “Piedad”, “Virgen de los Desamparados”, “San Ignacio de Loyola” y “Descendimiento” encabezan la lista de otras igualmente importantes. Los creadores de aquel momento eran artistas que trabajaban con modelos dictados por la Iglesia y especialistas calificados desde los cánones de la Santa Inquisición y las Academias correspondientes que los acreditaban. El procedimiento era recibir desde Europa (o México) un grabado con la imagen a desarrollar. A partir de este modelo el artesano, ya fuera pintor o escultor, agregaba elementos personales para insuflar su personalidad a cada trabajo.
En el caso de la estatuaria participaban varias manos. El escultor tallaba los modelos que luego eran intervenidos por él o los encarnadores valiéndose de un efectivo proceso en el que se utilizaba ubre de cordero para la aplicación del encarnado. Otro artesano se encargaba de aspectos pictóricos que complementaban detalles relacionados con heridas, moretes, cejas, lunares u otras marcas específicas de cada santo y también de los ropajes. Cuando estos últimos tenían “estofados” en oro o plata, intervenía otro autor.
Si en el conjunto se incluían detalles ajenos de orfebrería, pues también un joyero. Sumario que redundó en una refinada producción tanto de uso eclesiástico como particular. La pintura probablemente no eran tan complicada pero cuando era de grandes dimensiones se producía en un taller con ayudantes y aprendices. Fue un momento muy especial para las artes del país y en este museo están ambas disciplinas muy bien representadas.
El “Descendimiento”, para regresar a la imaginería doméstica, es un caso muy particular dentro de la colección mercedaria ya que es todo un relato, muy detallado y compuesto de múltiples piezas, de un pasaje de la vida de Cristo. Siete personajes bíblicos asisten a la Virgen María en el descendimiento de Jesús de la Cruz. Aparte del contenido simbólico para los católicos, la escena dramática es una suma de psicologías vertidas a la madera con magistral energía. Su composición corresponde al Barroco y el modelo fue una pintura (estampa) de Rubens. Comparando la pintura con el trabajo anónimo que se exhibe en Guatemala, se puede percibir la dimensión de los autores que realizaron el conjunto escultórico. Para una verdadera obra de arte, no importa el tamaño. Pensamiento este último que se puede aplicar a otras piezas en mayor formato como la “Santa Ana con la Virgen”.
No hay artículo que pueda reflejar tanta riqueza. Recomiendo comprar la reedición del libro El Tesoro de la Merced y averiguar cómo fortalecer al patronato que custodia tan valioso legado

Tres puntos...: El tesoro de la merced

Guillermo Monsanto. Prensa Libre Guatemala 23-02-2009
Anoté la semana pasada que el jueves 12 de febrero visité el Museo de la Merced. También sugerí que el inmueble colonial que lo alberga es un testimonio en sí mismo y la colección que allí se exhibe, digna y reveladora de la capacidad de sus arquitectos y artistas.
También dejé apuntado que el guión museográfico quedó a cargo del historiador Roberto Andreu. Entre los muchos valores humanos hay que señalar la ilustrada utilización espacial sugerida por la arquitecta (y museógrafa) Mirella Beverinni ya que, sin intervenir los muros históricos, consiguió un sistema de exhibición en el que no se pierde la importancia del edificio. Al mismo tiempo facilitó la apreciación de lo que se exhibe con una justa dimensión individual de cada objeto, propiciando su proximidad sin que estas joyas corran riesgos.
En 1997, cuando aun no había ni esperanzas de recuperar el convento de las siempre destructoras manos gubernamentales, se publicó el libro Tesoro de la Merced. La edición general quedó a cargo de Ana María Urruela de Quezada. La obra registra la esencia que motivó la fundación de esta nueva institución cultural. Entre los autores que fundamentan el peso de aquel aporte se encuentran Gustavo Ávalos Austria, Dieter Lehnhoff, Luis Luján Muñoz y Ricardo Toledo Palomo, entre otros. El libro complementa de sobra la visita al tiempo y al museo.
El recorrido se divide en cinco secciones y la primera es la tocante al edificio. En la parte introductoria se puede seguir la historia de los mercedarios y los jesuitas en Guatemala a partir de determinadas pinturas que representan a hombres notables para ambas órdenes. También es perceptible la dimensión de la tragedia telúrica de 1773 que obligó la traslación y se hace visible lo que se quedó olvidado en el pasado y qué se consiguió hacer resurgir -con esplendor- en una locación empobrecida por las guerras españolas, la independencia y la inestabilidad política del siglo XIX.
La sala “brillos de plata” no tiene nada que envidiar al salón de platería guatemalteca del museo Franz Mayer en México. Este tipo de piezas pertenecen a lo más granado de los orfebres y sus joyeros coloniales. Desde navetas, estandartes, relicarios y otras piezas con diversidad de usos simbólicos y litúrgicos, el recinto se hace notar por la luminiscencia que emana.
También existe un espacio para las exposiciones temporales: “Devocionarios”. En él se presentan al público, dependiendo de la temporada litúrgica, objetos relacionados a las distintas devociones. Es allí en donde se pueden apreciar creaciones cuya misión es salir en procesiones o dedicados a distintos tipos de acciones de fe. Hay, incluso, casullas ricamente rematadas en joyería, sedas hiladas en oro, y plata.
Y por último, el espacio que da nombre al museo. Es allí en donde se encuentra escultura doméstica y eclesiástica. Entre las primeras hay que señalar especialmente las pequeñas tallas de la “Piedad”, la Virgen de los Desamparados, San Ignacio de Loyola y el Descendimiento… (Continúa).

Tres Puntos...: El museo de La Merced

Prensa Libre- Guatemala, 16-02-2009
Por Guillermo Monsanto

El jueves recién pasado tuve el privilegio de visitar el nuevo museo anexo a la Iglesia de la Merced. Templo que, dicho sea de paso y sin perder su condición espiritual, reúne una de las colecciones más sólidas de arte barroco y neoclásico del país.
La existencia del nuevo espacio cultural resalta la idea de que, con voluntad y entereza, todo es posible. A qué me refiero: la colección de tesoros que protege se está exhibiendo en un edificio histórico rescatado de la desidia y la ignominia política. Se trata del antiguo convento de la orden mercedaria, hoy bajo la custodia de los jesuitas y un patronato que celosamente encabeza la señora Ana María Urruela de Quezada quien trabaja junto a otras destacadas personalidades de la iniciativa privada.
Tanto el convento, como la iglesia, se construyeron después de los terremotos de Santa Marta de 1773, en un período más o menos inmediato al de la traslación de la ciudad acontecida tres años después de aquellos movimientos telúricos. No sería hasta el 16 de junio de 1802 que el padre provincial, Luis García, presentaría al Real Ayuntamiento los planos de la iglesia que se había comenzado a erigir poco antes. El 2 de marzo de 1810 la Junta Superior de Hacienda aprobó los planos para el convento.
El 7 de junio de 1872 Justo “Rufián” Barrios –para utilizar el apelativo con el que se le recuerda en ciertos ámbitos- suprimió las órdenes religiosas y repartió a discreción los conventos entre dependencias del estado e incluso particulares.
Aunque la ley protegía los bienes muebles de la Iglesia, también algunos de sus objetos preciosos se perdieron en el evento. En el proceso también cambiaron de manos muchas obras de gran valor histórico y monetario.
La Merced fue una de las más afectadas y hoy, en el recorrido de lo que se ha rescatado, se puede apreciar la magnitud del ultraje al que fue sometida. De lugar de recogimiento pasó a ser un espacio más para la tortura y los ajusticiamientos. Fe de ello lo da la pared agujereada por los balazos y perdigones producidos por los fusilamientos efectuados dentro de la cárcel que allí funcionó. Ver este vestigio acongoja.
Hoy, ya de nuevo en manos de sus custodios, el espacio se llena de un hálito especial relacionado con una parte de las raíces históricas del pueblo guatemalteco. Si bien, ya no será usado como hogar para los sacerdotes, la dignidad con la que fue erigido y rescatado queda a la vista. Es impresionante la diferencia entre el bullicio de la ciudad y el silencio y armonía de su interior. Al centro del patio colonial hay una nueva fuente que, siendo moderna, amarra el pasado con el presente. Los vestigios de la anterior están a la vista, al mismo tiempo de haber quedado protegidos por la nueva integración.
El edificio, al igual que pasó con el Museo de la Catedral Metropolitana, fue acondicionado de tal manera que la colección exhibida se percibe sin perder la función para la que fue creada. Si entendí bien, quien acondicionó las cuatro salas y creó el guión general fue Roberto Andreu…